Corrían las horas del día, los rayos de luz cedían ante la espectativa de la noche, ante el reto de las farolas que hacían senderos en la oscuridad del cielo.
Desde la calle se destacaba iluminado aquel Centro Comercial, en cuyo interior el murmullo de la gente era un constante en despedidas, hasta la próxima jornada.
Nataly tambíen concluía en sus tareas rutinarias, cerraba su cajuela con sus manos cuidadas y delicadas que tropezaban con su abrigo y su bufanda. Ella viste su atuendo instintivamente sin pensarlo, su sonrisa es un dibujo entre sus labios coloreados de un suave rosa viejo, que acude en la expresión de su encanto. Pareciera no ser este el final de sus tareas acostumbrado, hay algo que la mantiene alerta.
Cruza el hall de salida, y ya se vislumbra el frío de la calle...el aire corta en su rostro y su cabello rubio es atrapado en el viento. Rápido ha abierto la portuzuela de su carro y respira profundo, ya ubicada en el asiento, con las llaves que toma en sus manos y por un momento cierra los ojos, procurando poner claridad en sus pensamientos, aprieta el miedo, acecha la nostalgia y emprende un viaje que no tiene remedio. De camino en la carretera, los recuerdos y las esperanzas tienen una respuesta que no debiera, pero que está allí, clavando certera. Alguien la espera, y ella resigna tantos porqué, esperando una respuesta.
Llega frente a un importante Edificio, que pareciera descolgarse de la meseta embistiendo un acantilado. Tras de sí el color blanco de altas paredes, inpecables, iluminadas y en sus sombras de apariencia sensuales.
Ella tiembla y baja apresurada, sin dudarlo ni un instante, él se apea de su auto raudamente al ver la silueta de Nataly.
Luis la aferra con fuerzas, en esos abrazos que funden sus cuerpos. Besos eternos que enamoran, que disfrazan los encuentros, escencias que a veces parecieran siniestras.
Tocan la puerta, que tras un breve empujón, se abre y se cierra. Ellos han tomado una habitación, por un tiempo breve.
La escalera les acoje y les invita a subir cada escalón vestido de verde, esa alfombra suave y tenue...
La habitación huele a perfumes, el jazmín marca como flor en su vertiente, cortinados imponentes, calor que envuelve, una cama sobre una base que simula un expectacular almeja, con lámparas que le iluminan, con ventanas y y perlas. No es cualquier cuarto, el de una típica casa, es el lugar donde cada pareja que llega, se ama. Otra escalera que sube y acerca al cuarto de baño, inmaculado, impecable, equipado...como si fuéran a vivir allí por años.
Luis ya se ha desvestido y la busca, la envuelve en besos, la estremece, la asfixia y la piel de ambos se funde. Ese contacto estampa la lujuria, callan las palabras, hierguen sus pechos. Ceremonia de amantes van escribiendo su historia.
Siente acaso que recobran sus fuerzas, y que los jadeos van en aumento, solo se poseen uno al otro y sus cuerpos encendidos tienen el mismo deseo. Uno dentro del otro, culminan como magias de un cuento.
Hay palabras, hay fraces, hay verbos, no hay reproches, pues es vivir el momento.
Ella si embargo se ha volteado sobre su espalda, para disimular su gesto, sus lágrimas se encuentran en la luz del desvelo. Que haces, que has hecho, es lo que hay frente al espejo. Parece causal de la casualidad que la esboza en ausencias y desmedros.
La ducha tibia y aquel hidromasaje, sabe acogedor, relax de sus nervios, cuida su cabello, y lo que pudiera arrebatar su secreto. Beso de despedida, habrá un próximo encuentro, la clave un mensaje de texto.
Se apea en su auto, y apenas sentada, se escucha el timbre de su teléfono....el color avisa que llama Pedro.
El le saluda con un tímido hola, como te encuentras, ella va respondiendo....
Camino a casa coinciden ambos, pero Pedro explica que ha tenido un encuentro de viejos amigos.
Ella le expresa en sus palabras conceptos que mienten. Pedro le dice están descuidando el tiempo que apremia...esperan los hijos...y no llegas a casa.
Nataly toma más rápido su camino, la ahoga la culpa de no estar en su hogar, esa mamá de sus pequeños.
Tiene un porqué y una historia tras un hombre que comparte su cama, que aparece en pasajes intrañables de tiempos, de casa, de historias que vienen de lejos, ese amor que el apaga.
Ella se refugia en su ser, el la conserva porque de verdad es una mujer espléndida, porque ha callado su ira y su desprecio, porque le ha perdonado desaires y engaños. Ella se ha agotado y en busca de un amor espera el valor que se ha marchado.
Las lágrimas envuelven sus ojos nuevamente, aprieta sus dientes para no experimentar ese amargo sabor a hiel con olores de humos y miel, que se diluyen a cada momento y que forjan el pasado.
Acelera su auto, quiere llegar rápido a casa....pero escucha el chirriar de sus ruedas...se encandila y cubre su rostro alzando sus manos....huella abajo, el automóvil se desliza a su paso....golpea y vuelca, Nataly yace con sus ojos cerrados.
Emana el aroma de la sangre, en hilos que brotan de sus entrañas. Ella no sabe, no responde, quien se apoderó de las circunstancias.
Construye la escena, el peor pasaje. Divulga el destino su atroz encanto. Rodean las sombras de la muerte, la parca lucha, se extiende en su fuerza, crece, se agiganta.
La conciencia se desvanece y atrapa la luz que acalla las sombras, atrae la inconciencia sus versos, su amores, hay un dulce perfumes a inciensos.
Allì se siente el estruendo de risas lejanas, imàgenes que confunden pero aparentan recuperar vida dos pequeños que llaman mamiiii.... aqui estamos con papi aguardando tus besos.
Nataly abandona su cuerpo...su ùltimo baño no calma la suciedad que la mantiene lejos.
Luis no sabe que su amante cruza el umbral de los sueños.
Pedro escucha un timbre que presagia la intensidad de instintos ciertos.
Nataly ha muerto y tras de sì, no mas culpas y marcadas ausencias. Se agotò el tiempo, el reloj no espera,viste su luto, agujas que no dan treguas, ella callò en su silencio...ahora sueña.
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