Ella ha nacido al amparo del atardecer tranquilo, de un día templado de marzo y no fué lo que esa beba habría agnorado. Pues sii la magia le hubiera mostrado lo que seria su camino, seguro habría volado para extraviarse fuera de su vida. Habría apostado a otros rumbos, a otros nombres, lejos de aquel lugar, linaje de su escencia.
Pero tras su llanto surgió su existencia, y la madre que la parió fué partícipe de sus huellas, como todas las madres a fuego marcan y otras a fuego erran.
Hija de un joven matrimonio pasó sin sobresaltos en los primeros años. Tubo una hermana que compartía un amor intenso y protegido. Se rompería pronto un vínculo, y era nada más que la sociedad conyugal de sus padres. Empezaron los tropiezos pronto y las lágrimas fueron sus amargos remiendos. Jueces y abogados, familias y decisiones, mas nadie le preguntaría como querría esa pequeña, decidir por los amores de su vida.
Tirones, gritos y flajelos del alma, solita ha quedado con su abuela en una tremenda casa...
Apenas cumplia inmaculados 8 años y ya aprendío sobre ausencias, sobre cielo con estrellas con gritos silenciados proclamando al presente la existencia de sus abandónicos padres. No hubo noche que no llorara al cielo, no hubo día que no esperara la vida que debia despertarla, esa que otras niñas frecuentaban, con madres, con ropa limpia, con calor de sábanas perfumadas, con el abrazo inquieto que acunara madrugadas.
Su abuela enfermaba y quedó María al cuidado de la soledad de su alma y en esa tremenda casa.
Algunos días era cuidada por alguna vecina desinteresada, por alguna tía política, por algún cariño que algo le prodigara.
Pronto comprendería que era largo el trayecto y que debia superar sus años con esfuerzos. Idas y venidas trazaron su sendero. Chiquitas eran sus manos, delgada su figura, de alta estatura, ubicada siempre y parada al final de la fila en la escuela de su pueblo. Pero la pequeñez no justificaba, limpiar, cocinar, estudiar y hacer un culto de los cuidados de una vieja señora, dueña de sabiduría y encantos. María acudía a la iglesia y sus olvidos de mantener sus calcetines limpios implicaba salir con sus zapatos desnuda de sus medias, a la primer misa de la mañana. Era niña, jugaba también a las muñecas, soñaba y volaba.
Cansada de abandonos, decidió con doce años, armar una valija para dejar su pequeña ciudad, que amanaceía bajo sus sueños incumplidos, bajo sus ganas.
Quería compartir con su madre, queria estrechar a su hermana. Solo un año le bastó para emprender la retirada, no fué lo que esperaba, la vida distinta a lo imaginado, la fué corriendo y sobre sus pasos ha vuelto al pueblo con su cabeza enganchada en un vacio regazo. Fué madre de su hermana, fué padre propio y abandono de las agnoranzas.
Con las presencias y sortilegios, comenaba su ciclo de joven adolecente, en el ventanal grande de esa vieja casona de su barrio. Pasó allí cumpleaños esperando por un vestido, por amigos y una torta...más el tiempo pasaba y la arrogancia de los buenos momentos, cada día era deseado.
María crecía y agnoraba las querencias que los vecinos hablaban, esas d¿historias de novios y el marido, el hogar, los niños y una chimenea que de noche calentara.
Diez y seis años cumplía bajo una celeste mirada, alli estaba él, como pastor vigilando su rebaño. Ella se entregó a ese joven hombre que de otro vértice el mundo le mostraba. Le entregó su corazón, su cuerpo y su alma, mas con los días un gran secreto le revelaba, no era ese ser quien la acompañaria en ilusiones, se rompia el encanto, ya no habia mas que una despedida entre empujones y llantos. Olía a fracaso.
Otro ciclo se cumplía con la maldita maña del destino ensañado y enredando siempre sus pasos.
Pero aliviada sentia que un dolor se calmaba bajo la esperanza de empezar en la ciudad donde estaba su hermana una continuación de su vida, pero suelta de las manos que la mantuvieron atada.
Sabía que no sería sencillo, pues porqué habría de serlo si todo lo logrado había sido forjado a fuego y hierro.
Caminó María y consiguió mas de un trabajo, conoció a otro joven y en dos meses parecía que el firmamento habia alcanzado con sus manos. Mas del andar había piedras en sus zapatos. La regla no aparecía y dentro de su vientre una vida se venía gestando...oh Dios...el miedo, la desenperanza, que haría sin el padre de su hijo, que haría con un joven que inocente le amaba....Oh Virgen santa...que pasaría tras un inmutable silencio.
Cambiaría su silueta y todos sabrán de que se trata...más callada cada día guardaba el secreto que la silenciaba
Hasta que llegó el día que los dolores de parto golpeaban, la llevaron al hospital y asi supieron que habia nacido una niña, nada menos que su chiquita mimada.
Inconciente en la locura, la apretaba con el ropaje que María habia guardado. Sus amigas le visitaron, el ajuar le regalaron más la pena que le regalaba a ese joven inexperto golpeaba muy fuerte. Se separaron y no era todo lo malo, la situación económica, la sociedad y el deseo de arrebatarle lo que aferraba fuerte, inocente y hermosa criatura, cautiva de sueños rotos, de risas con sabor a lágrimas.
Esa mujercitas de 18 años doblegó sus fuerzas, acudió a sus mañas, apretó los dientes y adhirió a la vida con garras.
El amor regresó hasta que el destino jugaba otra mala pasada. Con su hombre parirían otro hijo que la vida y las circunstancias le arrebataran. Rodaba sola María buscando un corazón que la amara. Rogaba María un abrazo que la apretara. Solo una vijea tía contuvo las manos vacías de todo, atormentadas de nada. Fueron meses de encierro, odiando la vida, odiando hasta el Dios mismo, a quien ella le pedía, le rezaba y le imploraba.
Su pequeña creció y se sentía María compinche de su hermana, rodó por casas hasta que con el fruto de su trabajo y de su amor por José armaron su casa.
Ella luchaba, pero sabía que no duraría como todo, lo bueno casi nada. Pues el hombre de su vida no la acompañaba, habia encontrado otros labios, tropezó con otro hijo y el estaba y no estaba.
Cosas locas de la vida, afán de destinos extraviados, dos mujeres, un hombre y dos hijos asomando.
No importaba la maldad, no saboreaba ya el amargo desengaño....todo pasaba resignada en las equivocaciones que de sus manos andaban.
Nacieron los hijos y tras ellos, mentiras que se sucedían, hombre que no sabía lo que quería, era todo y nada, dibujos de escapadas. Dueño que bosquejaba amores que rasgaba las vestiduras de una vida arrastrada.
OHHHH cuantas noches entre sábanas con olor a llantos, cuantos sueños cansados de dormir, cuantas mentiras disfrazadas.
Mujer con dos hijos luchabas, amabas, creías y de la vergüenza hacias un culto, porque era señalada, como la pobre, como María va.....con tropiezos y sin calma.
entre letras y palabras construía su hogar, siempre fiel al amor de su cuerpo, al dueño de su alma. Habrían nacido cuatro hijos de sus entrañas... Nunca te abandonó Jose, el era forjador de planes y esperanzas.
Cansada, aturdida por los engaños, jugó su última carta, María lucha, María clama.
Arrepentida o entuciamada, supo de su hombre las verdades que nadie le revelaba, María sabe que está acongojada. Espera una palabra que la mate o le regale la vida a su alma...
María sabe....María ama....María moriría pero es feliz porque sabe que si algo se desprende, que si algo se marcha, es porque lo tuvo, es porque fué suyo, es porque ella ama....
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